Fernando Gutiérrez

Fernando Gutiérrez

De barrio en barrio

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Plaza La Aguilita

Perdida entre el bullicio comercial de la Merced, está la plaza La Aguilita, lugar histórico que marca el sitio “exacto” donde los aztecas encontraron, en 1325, sobre un islote, el símbolo que les indicaba que allí debían fundar la majestuosa Tenochtitlán.

Se localiza entre las calles de Mesones y Roldán. Consta de una pequeña fuente, nada ostentosa, muy sencilla: una columna rematada por una escuálida águila con una serpiente en el pico. El monumento y los tres escalones que lo rodean sirven ahora de descanso para los apurados peatones que acuden a hacer sus compras en esa zona.

El entorno está rodeado por bancas que muestran los 42 escudos nacionales de armas que ha tenido el país. Están elaborados con talavera poblana.

Algo curioso: esta fuente tuvo dos réplicas. Una, en el Zócalo; otra, en el callejón Leandro Valle, atrás de la plaza de Santo Domingo. La primera se perdió y la segunda aún queda en pie, casi oculta, ignorada por las autoridades para darle mantenimiento.

La plaza, también nombrada “Juan José Baz” (defensor de la Reforma y opositor al imperio de Maximiliano), fue remodelada en 2009, pero data del siglo XVI, cuando la Ciudad de México tenía apenas unos 200 mil habitantes. ¿Se imaginan? ¡Un paraíso!

Durante muchos años fue un lugar de estacionamiento de camionetas abastecedoras de víveres. Hoy, entre la multitud que transita por allí, dominan el ruido y los puestos ambulantes.

En 1869, muy cerca del convento de la Merced, el gobierno mexicano colocó al centro de la plaza pública esta fuente que representa el símbolo patrio. Dicen que allí fue el final de la marcha azteca desde el mítico Aztlán, el sitio señalado por Huitzilopochtli para erigir la más bella ciudad de aquellos lejanos tiempos.

En realidad, al decir de algunos historiadores, no se puede afirmar cuál fue el lugar exacto de esa señal. Pudo ser en lo que ahora es el Museo del Templo Mayor o en alguna parte cercana a él. Imposible saberlo. No hay registros que lo permitan. Recordemos que los aztecas quemaron sus códigos al llegar a la hoy Ciudad de México y adoptaron el nombre de “mexicas”. Lo demás se pierde en el tiempo.

Sea como fuere, esta plaza requiere cuidado y ordenamiento.