Todos los seres humanos, desde que somos bebés, recibimos la información del exterior a través de los sentidos vista, oído, tacto, olfato, gusto y de dos más, que son internos, los cuales nos permiten saber la posición de nuestro cuerpo en el espacio y sobre los movimientos que realizamos.
Esta información externa es recibida por nuestros sentidos y procesada e interpretada por nuestro sistema nervioso; sin embargo, hay ocasiones en las que para algunos niños es difícil digerirla.
En esos casos, presentan hipersensibilidad o hiposensibilidad, notada por los padres en los primeros años de vida al darse cuenta de que los niños evitan algunas situaciones o las buscan demasiado, y muestran cambios de humor o incluso conductas que pueden llegar a ser perturbadoras.
Ejemplos de hipersensibilidad: hay niños que se tapan los oídos al escuchar sonidos incómodos como el de la licuadora, aspiradora o el de lugares en los que haya demasiado barullo o música con un alto volumen. También hay otras situaciones que les molestan: lugares con mucha iluminación o colores muy vivos. Asimismo, se incomodan con su ropa o zapatos, o cuando les cortan las uñas o el pelo, o bien, al comer ciertos alimentos debido a su sabor, olor o textura.
Ejemplos de hiposensibilidad en niños: caerse o golpearse muy fuerte y que no lloren ni muestren molestia ya que su umbral del dolor es muy alto; llevarse cosas a la boca chupando o mordiendo objetos no comestibles; tener movimientos erráticos que los lleven a caerse constantemente; chocar con personas u objetos, etc.
Es importante comentar estas situaciones con el pediatra en las consultas de control del niño sano con el fin de detectar alteraciones en el desarrollo y atender en tiempo y forma el problema.