Fernando Gutiérrez

Fernando Gutiérrez

De barrio en barrio

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El Caballito

Pocos saben que la espléndida escultura del Caballito, genial obra del valenciano Manuel Tolsá, tuvo en su interior a 25 hombres que penetraron por un agujero en su grupa a fin de probar la resistencia de la fundición en bronce. Por esa razón, durante algún tiempo los habitantes de la capital la nombraron “Caballo de Troya”.

También es poco conocido que esta obra costó 18,700 pesos (¡de aquellos!) y que el funesto virrey Branciforte logró juntar 50 mil con corridas de toros. Sin embargo, se apropió de buena parte para su beneficio.

Pero hubo un problema al no poderse reunir los 600 quintales del metal requerido para fundir la que se considera la más bella escultura ecuestre del mundo. Por esa razón, Tolsá hizo la pieza de madera y estuco. Y así fue develada en el Zócalo sin la presencia de Branciforte, regresado a España, acusado de corrupción.

Tolsá esperó tres años para tener el metal y su modelo fue un brioso caballo llamado “Tambor”, perteneciente al marqués de Jaral de Berrio. El enorme molde tardó cinco días en enfriarse.

La escultura representa al nada brillante rey Carlos IV, ataviado como emperador romano. La pata derecha del caballo pisa un carcaj (recipiente para flechas, símbolo de los mexicas), que no queda a la vista por la altura de la base actual. Y junto había también un águila, destruida a martillazos luego de la Independencia de México.

Son detalles poco difundidos de una escultura que se ha salvado de no ser removida y encerrada en una bodega, como ocurrió con el monumento a Colón, en Paseo de la Reforma, y la obra que representaba al Che Guevara y a Fidel Castro, en la colonia Tabacalera.

Recordemos que la estatua ha estado en cinco sitios a lo largo de su historia en la Ciudad de México. Comenzó en un patio de la Universidad Real y Pontificia, luego se trasladó a la Plaza de la Constitución, más tarde a la avenida Bucareli, después a otro punto de esa misma vía y, finalmente, en 1979, se reubicó en la Plaza Tolsá.

El Caballito fue pintado con ácido nítrico en septiembre de 2013 durante un proyecto de restauración no autorizado que causó un daño irreversible en su pátina o recubrimiento original. Fue restaurada por especialistas del INAH y el Fideicomiso del Centro Histórico en 2017.