Gabriela Jiménez

Gabriela Jiménez

Sexo, sin lágrimas y sin pudor

Metáforas

Las emociones son parte de nuestra vida, muchas de ellas las clasificamos como “malas” o “no deseables”, pero se presentan a cada momento, en cada etapa de la vida, en toda situación cotidiana, en diversos espacios y tiempo. Están y estarán mientras vivamos.

Hay algunas emociones que aterran tanto, que hacen de la vida un tormento, todo se vive con miedo y difícilmente se logra disfrutar de la calma, pues se anticipa; sin embargo, eso durará poco.

Y esto es algo que nos pasa a todos, independientemente de la profesión o experiencia que tengamos. Lo importante es identificarlo y aprender a verlo de manera diferente.

Imaginen que su vida es como estar encima de una tabla en mar abierto. Esto puede generar mucha angustia, temor, incertidumbre, y uno puede aferrarse a la balsa y suponer que no queda más que esperar al hundimiento y a estar bajo el agua, o que vendrán tormentas tan fuertes que la volcarán e iremos al fondo del mar.

Claro, estando en el mar habrá tormentas, pero aferrarse a la tabla sin ver hacia los lados o arriba, impide mirar que también allí hay días soleados y calma. Aprender a soltar la tabla, sentarse y admirar el sol, sentir la tranquilidad que dan las olas en ese vaivén que nos habla de lo que es la vida, ayuda a visualizar que no todo es tormenta.

Sí, habrá momentos de turbulencia, de lluvia intensa, porque eso es parte de la vida también. Pero aferrarse a sólo querer ver el fondo del mar, sin intentar sentarse a ver los días soleados, es pasar la vida con la vista fija en el pozo, en un fondo que podríamos tocar en algún momento. Pero no es lo único que hay.

Cierto, existen momentos en la vida que no se pueden cambiar, son inamovibles, como la muerte, pero el dolor, en la mayoría, proviene de aquello que imaginan, de lo que se aferran a querer tener, de la inflexibilidad para adaptarse y del miedo a disfrutar de los días con sol.