En abril, México celebra a la niñez. Pero, ¿cómo era la vida de los pequeños en la antigua Tenochtitlán? La infancia, especialmente la de los varones, no era nada fácil. En el mundo mexica, la educación era un proceso exigente y riguroso, diseñado para forjar guerreros valientes y servidores de los dioses. Durante los primeros años, el niño se criaba en su casa y, si era plebeyo, ayudaba con las tareas en la milpa, aprendía a sembrar y a pescar en el lago. Las niñas, por su parte, aprendían de sus madres a moler en el metate y a echar tortillas.
Los niños varones estudiaban en dos instituciones principales: el calmécac y el telpochcalli. El primero estaba reservado para los hijos de la nobleza. Era un centro de formación donde se enseñaba historia, artes, religión, astronomía y se impartía un sólido entrenamiento militar. Por otro lado, el telpochcalli era para los hijos de los plebeyos, con un objetivo principal: formar guerreros. En ambas escuelas, la educación estaba orientada a moldear jóvenes obedientes y de gran resistencia física.
Padres y maestros podían castigar a los niños azotándolos con varas y picándolos con espinas de maguey. Eran despertados antes del amanecer para realizar trabajos agotadores, y cada error, por mínimo que fuera, debía ser reprendido. La compasión no era un valor fomentado en su educación, pues necesitaban individuos capaces de soportar las vicisitudes de la guerra.
Afortunadamente, la manera en que educamos ha evolucionado significativamente. Hoy, el maltrato físico y psicológico en la educación es un delito en México. ¿Les cuento algo? Mi profesora de tercero de primaria nos golpeaba en la mano con un lápiz. De ella aprendí poco y sólo guardo recuerdos amargos. En cambio, ¡qué distinto fue con mi maestra de cuarto de primaria! Era dulce, pero enérgica; exigente, pero amable. En sus clases descubrí y me enamoré de la historia de México. ¡Qué diferencia!, ¿verdad?