Doscientos sesenta y seis. Con Francisco, ese es el número. En dos mil años, por la silla de Pedro han pasado monjes, nobles, santos, diplomáticos, mártires y, sí, también algunos bribones.
De esos 266 pontífices, más de 200 provienen de la península itálica. Francia les sigue, aunque a prudente distancia, con 16, siete de los cuales vivieron en Aviñón, prácticamente secuestrados por el rey francés. Del mundo germánico provienen siete, el más reciente, Benedicto XVI. Papas griegos, hubo 5, antes de que la Iglesia de Constantinopla se separará de Roma. Dos más nacieron en España: san Dámaso I, nacido en la Hispania romana, y Calixto III de Valencia.
¿Y los ha habido africanos? Sí, por lo menos dos: San Melquíades, entre el 311 y el 314, y San Víctor I, que reinó entre 198 y 199. Nacieron en el norte de África, cuando aún existía el Imperio romano.
El nombre más repetido es Juan: 23 veces. Le siguen Gregorio y Benedicto, como si en el cónclave los electos buscaran no tanto un nombre como un eco. Hubo más de cuarenta papas mártires y al menos siete que renunciaron, aunque sólo dos en tiempos modernos.
El pontificado más breve fue el de Urbano VII, a quien la malaria le arrebató la tiara a los 13 días de su elección. El papado más largo, el de Pío IX, con 31 años. Este sumo pontífice presenció cómo las tropas del rey de Piamonte acabaron con los estados pontificios, en 1870. En respuesta, Pío IX se encerró dentro del Vaticano y se consideró prisionero. Napoleón Bonaparte apresó a dos: Pío VI y Pío VII. El primero murió en una cárcel francesa, en 1799.
Pío XII fue el primero en ser fotografiado; León XIII, el primero en ser filmado, aunque a los 93 años ya no se veía muy entusiasta. Las imágenes, en blanco y negro, captan no sólo su figura, sino también el peso del cargo.
El nuevo papa enfrentará una tarea inmensa: suceder a uno de los pontífices más mediáticos, más populares. Sin embargo, para los católicos, el papa no es sólo un jefe de Estado ni un influencer con solideo. Es el Vicario de Cristo, y en esa misión —se cree— no camina en solitario.