
En los primeros meses de vida, el rostro de mamá y de papá es el universo más fascinante que un bebé puede explorar. Cada gesto, sonrisa o mirada es un estímulo que alimenta su cerebro, fortalece su vínculo emocional y despierta las bases del lenguaje; sin embargo, hoy, esa mirada se ve interrumpida por una pantalla.
Cuando el bebé observa tu rostro, su cerebro activa áreas relacionadas con la atención, memoria y emoción. Esta conexión visual repetida ayuda a regular su ritmo cardiaco, mejora su capacidad de autorregulación y le enseña, sin palabras, qué son el amor y la seguridad.
Cada vez que le devuelves la mirada, estás diciéndole: “te veo, te escucho, existes para mí”.
El celular se ha vuelto un intruso silencioso entre padres e hijos. Revisar mensajes, contestar notificaciones, ver redes sociales o incluso jugar un juego mientras estás con él, podrían parecer segundos, pero para un cerebro en formación son ausencias que dejan huella.
Tu bebé aprende a leer el mundo por medio de tus expresiones. Si tu mirada está en otro lado, su cerebro recibe menos señales para aprender a reconocer emociones, imitar gestos o iniciar una conversación visual, la antesala del lenguaje.
Él no necesita juguetes costosos, ni videos educativos, sino tu rostro, tu voz y tu atención genuina. Tu cara es su mejor juguete; tu voz, su mejor melodía, y tu presencia, su mejor escuela.