Es común decir acerca de los hijos, nietos, sobrinos o alumnos frases como: “es muy travieso”, “es muy inquieto”, o bien, dirigirnos a ellos: “eres muy distraído”, “eres muy agresivo”, etc., cuando calificamos sus conductas.
La identidad es el autoconcepto que va desarrollando un niño sobre sí mismo con base en las características individuales que escucha, que tiene y que va descubriendo frente a las personas o grupos con los que quiere identificarse.
Lo que decimos los adultos de los niños hará que ellos conozcan quiénes son o creen ser.
Un niño puede ser alto, bajito, delgado, rubio, moreno, rasgos físicos que los definen. Incluso sus fortalezas y habilidades son parte de su ser, pero cuando se habla de sus conductas y se les dice: “eres destructor”, “eres desordenado”, les estamos diciendo que es parte de quien es y lo adoptará como característica personal. Ello hará que se comporte de tal o cual manera, pues creerá que es parte de su identidad.
Resaltar las cualidades, habilidades y fortalezas del niño lo ayudará a tener un autoconcepto positivo y a construir una identidad positiva con una autoestima sólida.
Una conducta no hace a un niño, pero puede marcarlo para siempre si constantemente le decimos que es llorón, enojón, descuidado, destructor…
Todos podemos portarnos agresivos en cierto momento si reaccionamos ante alguna situación. Podemos llorar porque nos sentimos frustrados, tristes o enojados, también dejar nuestras cosas tiradas algún día, pero las conductas que todos presentamos en ciertos momentos no determinan quiénes somos.
La tarea de este mes es cuidar el lenguaje que usamos cuando nos referimos a los niños, pues hoy sabemos lo importante que son nuestras palabras para que ellos construyan su identidad.
*Especialista en desarrollo infantil