Fernando Gutiérrez

Fernando Gutiérrez

De barrio en barrio

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Las primeras colonias

En 1862, la Ciudad de México comenzaba a romper el cascarón de lo que era un “huevito urbano”.

El plano apenas señalaba una sola colonia más allá de la traza original: la Santa María de la Ribera, la más antigua de todas, que ocupaba los potreros de Barredo.

Después, en 1880, se forma la colonia Guerrero, en terrenos de dos panteones: Santa Paula y San Andrés.

De ahí en adelante se empiezan a fraccionar zonas en las afueras del primer cuadro y florecen las siguientes colonias:

San Rafael (1881); La Teja y Violante (1882); Morelos (1886); Rastro (1889); Indianilla e Hidalgo (1850); La Candelaria (1894); Peralvillo (1899); Condesa y Roma (1902); Cuauhtémoc (1904); La Viga (1905); Romero Rubio (1907); Escandón y Arquitectos (1909); Chopo (1910); Balbuena (1913); Juárez, Paseo y Bucareli (1906), y otras, como la Valle Gómez que surge sin servicios municipales.

La fisonomía de la ciudad muestra caras contrastantes: las casas antiguas de los abuelos; la colonial, con sus edificaciones tipo fortalezas convertidas en vecindades, bodegas, negocios y estacionamientos; los arrabales, y las colonias nuevas, modernas, donde anida la clase media.

Además, alrededor de estas construcciones, no nada más casas, sino también edificios de cuatro o cinco pisos, máximo, solían encontrarse establecimientos como fondas, tiendas, baños públicos, mercados, peluquerías, talleres de reparación y pulquerías.

Hoy, todo ha cambiado: la muy noble y leal Ciudad de México tiene 1812 colonias en sus 16 alcaldías, muchas con enormes centros comerciales.

La capital se ha vuelto un hormiguero, donde fluyen a diario 22 millones de personas. Es ahora una megametrópoli circundada por el Estado de México, Morelos, Puebla, Hidalgo, Querétaro y Tlaxcala, cuyos habitantes pueblan las faldas y las cumbres de los cerros.

¡¿Dónde vamos a parar?!