Héctor Zagal

Héctor Zagal

Comprimidos del Dr. Zagal

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Pastores y ángeles de barro

En México, un árbol de Navidad sin un nacimiento genera una sensación de extrañeza, como si presagiara una fecha incompleta. No podemos pensar en una buena decoración navideña sin él. ¿Pero de dónde proviene esta tradición?

Remontémonos hasta el siglo XIII. En ese entonces, San Francisco de Asís acudió con el papa Honorio III y le pidió permiso para realizar una representación del nacimiento de Jesucristo.

Una vez que el sumo pontífice aceptó, San Francisco encontró una gruta en Greccio, Italia, y la adornó como si fuese el pesebre en donde Jesús nació. Llenó el sitio con paja, acomodó allí a un buey y a una mula, colocó un altar cubierto por un pañuelo blanco y designó a algunas personas para que personificaran a Jesús, María, José y a los pastores. Así, frente a frailes y habitantes de la zona, se llevó a cabo la primera representación.

Esta tradición se difundió a lo largo de Europa, gracias a los conventos franciscanos. Hacia el siglo XV, los nacimientos sustituyeron a las personas por figuritas de madera. Las familias ahora también podían acomodar sus nacimientos de pequeña escala en sus casas.

Con la llegada del protestantismo, se intentaron abolir estas representaciones. Los protestantes más estrictos tienen prohibido las imágenes religiosas. Sin embargo, conservaron el árbol de Navidad, cuyo origen se remonta a San Bonifacio, misionero entre los alemanes del siglo VIII. Al fin y al cabo, aunque de simbolismo cristiano, en el árbol de Navidad no aparecen personajes de la Biblia. Ello explica por qué los países de tradición protestante prefieren el arbolito.

Tras la conquista, los frailes españoles trajeron la costumbre a la Nueva España. Los nacimientos arraigaron aquí. Hoy, nuestros artesanos cultivan esta tradición dando forma al barro, la madera y la hoja de lata. De nosotros depende que sigan produciendo esas maravillas del arte popular.

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