Muchas veces nos enteramos en las noticias de casos donde una mujer se sale de sus casillas y atenta contra la vida de sus hijos y la suya. Hay que ser justos y claros: en estas circunstancias de depresión posparto se trata de un desorden con síntomas menos sensacionalistas de lo publicado en los medios, pero que sí afectan la calidad de vida de las familias.
La depresión posparto sucede en uno de cada 10 embarazos resueltos. Durante la gestación se elevan de forma desmedida los niveles de estrógenos en las mujeres y eso modifica la neuroquímica cerebral de un modo extraordinariamente favorable. Se les nota buen estado de ánimo, les brilla la piel, se encuentran ilusionadas y contentas con el niño que viene en camino. Lamentablemente, todo cambia de manera abrupta y súbita en el momento del parto o la cesárea: se presenta una caída libre de estos niveles y se obliga a modificaciones drásticas en el sistema nervioso central.
En todos los casos observamos lo que se conoce como “Baby Blue”, o tristeza relacionada al puerperio. Es cuando las mujeres se encuentran en la contradicción de sentirse tristes y con mucha fragilidad emocional. Esperan estar explotando de contentas, pero es temporal, pasa en un par de semanas y no le afecta la funcionalidad para atender todas las multitareas que siguen al nacimiento.
A diferencia de este estado de ánimo pasajero, la depresión posparto es persistente, tiende a empeorar día con día. Las madres no pueden cumplir con atender al niño, refieren sentirse anestesiadas con la generación del vínculo hacia el recién nacido.
Es una enfermedad grave, que requiere atención psiquiátrica inmediata y contundente. No es algo que pasa sólo echándole ganas. Hay que psicoeducarnos.
*Psiquiatra. Director Cisne México.