Se puede llegar a considerar hasta demagógico el señalamiento de que el pueblo manda, pero en función de mandatos constitucionales, México es una república representativa que se manifiesta por el voto popular y que el pueblo ejerce el poder por medio de instituciones republicanas.
En febrero de este año, el día del aniversario de la Constitución, el presidente López Obrador dio a conocer alrededor de 20 iniciativas para modificarla, a sabiendas de que el voto de su coalición no alcanzaba en ese momento la mayoría calificada de dos terceras partes en cada una de las dos cámaras, y en ese escenario puso las iniciativas como bandera del voto para las elecciones legislativas del 2 de junio.
De ahí que nadie puede decirse engañado. La oposición desdeñó el modo presidencial de hacer política, pero el Ejecutivo pudo poner las iniciativas como estímulo al voto y el resultado fue sorpresivo: casi 60 % del sufragio presidencial y 55 % del legislativo para Morena.
Vino después un trabajo político de construcción de una supermayoría. Se le pueden criticar al presidente los estilos atrabancados y mediáticos, pero las supermayorías en las dos cámaras se consiguieron en espacios que permite la ley. Se puede criticar que la ley avala aberraciones, pero se deben tener mayorías para cambiar esas leyes.
El dato que debemos analizar es el del nuevo posicionamiento territorial de Morena: 75 % de gubernaturas, 72 % de diputados y 64 % de senadores. El señalamiento agresivo de que reproduce el modelo del viejo PRI es cierto, pero se le tiene que reclamar a la oposición su incapacidad para obtener votos.
Un dato debe avergonzar a la coalición opositora: de los 300 distritos electorales de diputados, Morena y aliados ganaron 85.3 % de ellos y el PRI-PAN-PRD apenas pudieron tener la victoria en 8.4 %. Estas cifras explican el resultado de la supermayorías: el pueblo mandó con el voto.
Se le debe criticar todo a Morena, no obstante, tiene que quedar claro que las elecciones probaron el desmoronamiento de la oposición. Y a partir de los edificios partidistas destruidos habrá que levantar un nuevo sistema de partidos.