Dice la lógica que las cosas tienen que seguir igual si los instrumentos de decisiones operan sobre las mismas variables con las mismas decisiones. 2025 no saldrá del hoyo recesivo de 2024 porque se van a continuar las estrategias de 2018-2024.
Lo que debe extrañar es el comportamiento social: todos los indicios señalan que el PIB de 2025 como eje de toda la economía sería de 1.2 % o menos en 2025, pero el gobierno de la presidenta Sheinbaum mantiene inflexible el 2.5 %. Una cosa es la venta de expectativas, y otra el quedarse estancada en los buenos deseos.
El candidato López Obrador prometió en 2018 un PIB promedio anual de 4 %, ante las cifras promedio de 2 % anual en el largo periodo neoliberal 1983-2018. En la realidad, el sexenio lopezobradorista quedó en un mediocre 0.8 % promedio anual. De cumplirse el 2.5 % de Sheinbaum, la meta promediada sería regresar a la mediocridad de 2 % promedio anual.
México tuvo en el periodo populista 1934-1982 un crecimiento anual promedio de 6 % y sentó las bases para el llamado “milagro mexicano”. La crisis populista estuvo en el aumento del gasto sin crecer los ingresos y la inflación atropelló al tipo de cambio. El neoliberalismo llegó con la bandera de la estabilidad, pero el costo fue un PIB promedio de 2 % anual y 80 % de los mexicanos en situaciones de pobreza social.
Ante la contundencia de las cifras, el proyecto de la 4T sólo se basa en programas sociales improductivos, un presupuesto federal nada más para gasto social-electoral y obras sin multiplicación productiva. El regreso al Estado inversionista carece de fondos y, por tanto, señala los datos de bajo crecimiento económico.
Sin una nueva política industrial, sin una reforma fiscal y sin un acuerdo producto Estado-sector privado, la mediocridad del desarrollo mexicano seguirá como está: marginación, 55 % de empleo informal y PIB menor a 2 %.
Lo malo para el desarrollo es que la mayoría vota por sentimientos, no por algún proyecto de modernización.