Durante décadas y por tradición, recibimos siempre el bombardeo habitual de cada febrero, dedicado al amor, a los intereses románticos, a las “ondas”, novios, esposos, y hasta memes sobre hoteles de paso y amantes.
Está de más describir que este último año ha traído contenidos diferentes; nos han cambiado la vida y apenas comenzamos a entender, procesar y modificar para adaptarnos y continuar adelante.
Aquí, una propuesta para crecer en lo personal y social: febrero, mes de la compasión. No quiero que se malentiendan el término ni la idea. Si hablamos de “compasión”, no es por referirnos a salir a las calles y ofrecer ayuda a los necesitados, hacer obras de caridad, alimentar a los hambrientos y socorrer a los enfermos. No porque esas actividades no sean valiosas y deseables en cualquier grupo social, pero en específico, para estas intenciones, tiene otro significado.
Como personas y seres humanos, asumir la vida desde la base de la compasión, significa entender las situaciones desde el presente, en el aquí y ahora. Evitar, por todos los medios, anticiparse a las consecuencias. Es poner nuestra atención y sentidos en las actividades que realizamos, para obtener los mejores resultados y mostrar el mayor compromiso con ellas.
Sobre todo, evitar, y no está fácil, pero debemos esforzarnos, vivir las experiencias y generar juicios de cada cosa que enfrentamos. Aceptar lo que pasa sin decidir si es bueno o malo, admitir que esa vivencia solo es y nos hace sentir en congruencia con nuestro ambiente.
No se diga más, manos a la obra. Cambiemos al mes del amor por el de la compasión.
*Psiquiatra. Director Cisne México.