El Peque Sánchez, oriundo de España, llegó joven a México, un hombre de gran afición al futbol, como buen asturiano. De sus experiencias, entusiasmo y dedicación, a la larga, salieron beneficiados muchos jóvenes, entre ellos, yo. Tenía 10 años cuando se estaba organizando un torneo de cuarta fuerza infantil, por lo tanto, no cumplía yo con la edad requerida que era 11.
El Peque Sánchez estaba a cargo de buscar chamacos que cumplieran con la edad y las cualidades idóneas para formar estos equipos de diversas categorías. Sin embargo, él decidió darme la oportunidad de formar parte del conjunto que manejaría en la cuarta fuerza infantil. Desde entonces, hasta los 16 años, llegamos a ser un cuadro que, según propios y extraños, jugábamos ya un futbol de categoría.
Llegar a formar parte de la juvenil, me dio la confirmación plena y definitiva a mis anhelos de ser futbolista de tiempo completo. Esto significaba afrontar compromisos más serios, un trabajo más intenso, exigente y una dedicación mayor en todos los sentidos.
Fue cuando el dilema entre estudiar y jugar al futbol se convertía en una alternativa. Para mí, en cambio, no existía duda: desde siempre supe que este hermoso deporte era mi prioridad.
Aunque intenté continuar con mis estudios, la titularidad en el Oviedo me exigía cada vez más tiempo. Fue cuando decidí comunicarlo a mi familia. Mi padre, para quien terminar mis estudios era prioridad, tras revelarle mi decisión, me dijo que me fuera, que no quería vagos en su casa.
A pesar de lo difícil que fue salir de mi casa a tan temprana edad, sabía que el futbol me esperaba. Ya enfilado en la categoría juvenil, el cancerbero titular era Paco Valle, la primera figura del Oviedo, quien fue mi ídolo tras ver sus actuaciones. Pero pasado el tiempo, poco a poco, comencé a cubrir la portería en algunos partidos vespertinos hasta conseguir la titularidad.
(Continuará)