Sin duda una de las posiciones más difíciles e ingratas de todas las disciplinas deportivas, es la de mánager de un equipo de beisbol.
Esto se ha visto desde siempre, pero por mi parte lo confirmé una vez más luego que los directivos de los Naranjeros de Hermosillo le dieron las gracias a su manejador Matías Carrillo, a pesar de haberles dado el campeonato del circuito y de la Serie del Caribe.
Como jugador al, “Coyote” le fue de maravilla, sobre todo en los años que los Tigres jugaron en la capital de la república, pero como mánager lo mismo ha disfrutado las mieles del éxito que las amarguras de supuestos fracasos y efectivos despidos.
Esa escabrosa ruta de hieles y mieles la comenzó con los mismos Tigres pero ahora de Quintana Roo, a los que como timonel, en cinco temporadas los condujo a varios campeonatos del sur, dos series finales, al décimo campeonato de Liga y además fue el mánager triunfador en dos de sus tres selecciones de estrellas dirigidas.
A pesar de sus méritos en esa corta pero brillantísima trayectoria, por presumibles presiones de ajenos al equipo, Carlos Peralta le dio las gracias cuando en la temporada regular del 2012 tenía a los felinos en segundo lugar, apenas a juego y medio de los líderes Delfines de Ciudad del Carmen.
Muchos pensamos que don Alejo Peralta jamás hubiera cometido esa ingratitud, menos cuando Matías fue el más grande de sus consentidos.
Recuerdo que en alguna ocasión le pregunté al jefe Adulfo Camacho si no le interesaba pasar de espléndido coach de tercera, a piloto de algún equipo profesional, a lo que respondió con un tajante “no”.
Al cuestionarlo sobre el porqué, dijo lo que todos sabemos: “como mánager nadie tiene ni el puesto ni el trabajo seguro”.
En esto, por lo menos en México, el beisbol se parece al deporte de las patadas, donde los directivos pecan de impacientes y siempre tienen listas las tijeras para cortar el hilo por lo más delgado.