El beisbol tiene particularidades que, además de interesantes, lo hacen único.
Entre ellas, está esa de que es el único deporte en el que juegan uno contra nueve; o como la otra, de que el equipo que está a la defensiva, es el que tiene la posesión de la pelota.
Una más, es que se trata del único deporte en cuyas tribunas hay juego, pero también riesgo, por las bolas que pueden llegar hasta ahí.
Por eso es que a los partidos acuden aficionados con su manilla, listos para tratar de atrapar la pelota o las pelotas del recuerdo.
Hay muchos más que no van a los estadios prevenidos con su guante, pero que, obligados por las circunstancias, hacen lo posible por esquivar la bola de 108 costuras, o bien por atraparla a mano limpia en medio de muchos brazos que se levantan en busca de ese souvenir tan especial.
Claro que el recuerdo resulta más valioso cuando se consigue en un juego de Serie Mundial, o cuando la bola fue bateada por una verdadera estrella.
Se han publicado fotos de casos verdaderamente especiales, como ese en que aparece una dama cargando a su bebé en su brazo derecho y, al mismo tiempo, atrapando la bola con el izquierdo.
Pero junto al juego y la diversión, está el riesgo de sufrir una descalabrada, o un golpe que llegue a costar la vida.
Estoy convencido de que, por encima de la diversión y el logro de un recuerdo, está la seguridad para el aficionado, más aún cuando a cada juego mucha gente acude con bebés de unos cuantos meses de vida.
Para ello, no basta con recomendar que se quite de la vista de la pelota, sino que, por norma obligatoria, se debe hacer más grande la zona protegida con la red o maya de seguridad.
Recordemos que para los desprevenidos se hizo el muro de las lágrimas y los lamentos.
Pero usted, ¿qué opina?