No caigamos en el desaliento. Estamos ciertamente en lo que muchos expertos consideran “la cresta” de la crisis más profunda y prolongada que ha sufrido nuestro país. Por ello, debemos hacer acopio de valor y serenidad para salir adelante, con los mexicanos unidos en el trabajo, la justicia y la dignidad, para dejar un México mejor, en beneficio de nuestros descendientes.
México es un país abundante en valores, lo cual es una enorme ventaja para nosotros. Esos valores los podemos localizar y disfrutar en nuestras tradiciones que cada fin de año viven sus mejores momentos. El México del futuro nos pertenece, solo que debemos esforzarnos para llenar nuestro interior de anhelos de mejoría.
Necesitamos llenar nuestro fuero interno con buenos sentimientos, alimentados durante esa hermosa tradición de las posadas, la Noche Buena, la Navidad, el Año Nuevo, Día de Reyes, etcétera. Esto, sin omitir las festividades de la Purísima Concepción y de la Virgen de Guadalupe, forjadora de nuestra patria.
Jamás nos arrepentiremos si decidimos vivir el fin de año con sencillez, en compañía de la familia y nuestros vecinos. Llenemos nuestro interior de buenos sentimientos para que en los corazones no quepa el odio que es causa de matanzas como la de Ayotzinapa, cuyo horror ha llenado de consternación a la humanidad.
Cuando los corazones se encuentran vacíos de buenos sentimientos, se dan esos sucesos que reducen a los victimarios a la condición de bestias. Recuerdo que en el 2011, un conocido demagogo —cuyo nombre me reservo—, declaró públicamente que “la moral nada tiene qué hacer en la vida pública”. Está claro que cuando las leyes morales son desterradas de la sociedad, entonces prevalece la ley de Caín.
Al calor del nacimiento del Niño Jesús, vivamos y disfrutemos este fin de año; de nuestra mexicanidad y sus valores, nutrámonos de buenos sentimientos y anhelos de una legítima mejoría. El crimen organizado no cabe en una sociedad moralmente sana.