En el tema de protección civil, para los casi 25 millones de habitantes de la zona metropolitana de la Ciudad de México —que incluye 16 delegaciones políticas del Distrito Federal y 38 municipios conurbados mexiquenses—, hay mucho que hacer, si de lo que se trata es de evitar más desastres con saldo de muchos muertos y heridos.
Veamos: el 19 de noviembre de 1984, la explosión por una fuga de gas en San Juan Ixhuatepec, con saldo de 500 muertos, 950 heridos y 60 mil damnificados, fue una lección que no se aprovechó, y por eso continúan las tragedias, producto del gigantismo urbano.
Resultado de esas deficiencias en protección civil fue la aglomeración ocurrida en la Ciudad de los Deportes, el 1 de octubre de 1987, en la que hubo cuatro muertos, 35 heridos y 100 desaparecidos. Vinieron después la colisión de autobuses del 17 de octubre de 1987, que cobró 7 muertos y 84 heridos; el camionazo de la Ruta 100 (noviembre de 1987), en Valle de Chalco, con 40 muertos; la explosión del 11 de diciembre de 1988, en La Merced, que dejó 60 muertos y 65 heridos...
Todas estas lecciones no se han aprendido, y así sobrevino la más reciente tragedia del martes 7 de mayo de 2013, en Xalostoc, Estado de México, con saldo de más de 20 muertos, numerosos heridos, destrucción de 36 viviendas y 29 vehículos, al explotar una pipa con gas.
Tampoco se ha sacado provechosas lecciones del terremoto del 19 de septiembre de 1985, en el DF, pese a que, oficialmente, hubo más de 5,000 muertos.
Falta protección civil en la zona minada de Villa Obregón, saturada de viviendas precarias. Igualmente, en Iztapalapa y en la zona de Cuautepec, delegación G. A. Madero.
Urgen, pues, mejores medidas de protección civil en la zona metropolitana, para frenar el crecimiento anárquico, antes de que el agua potable sea más escasa o se acabe.