El 24 de septiembre de 1957 se inauguró el mercado público de la Merced, icónico ejemplo de estos sitios, y que ahora el gobierno capitalino, así como la Asamblea Legislativa reconocen como patrimonio cultural intangible de la Ciudad de México.
Los mercados públicos son el estómago, el corazón y la nostalgia de los barrios populares, como la Merced, Jamaica, la Guerrero, la Lagunilla, Tepito, la Candelaria de los Patos, Tacuba, etc.
Entre 1956 y 1964 se construyeron 88 en la ciudad, un cambio radical en el rostro de los barrios. Pasamos del tianguis o mercado en decadencia a los diseñados por grandes arquitectos, como Enrique del Moral, Ramírez Vázquez, Félix Candela, etc.
Hoy, esos mercados están cumpliendo, en general, 60 años de existencia y son un rasgo importante de los barrios. ¿Quién puede olvidar el de Tepito, el de los zapatos, o la nave menor de la Merced y su oferta para el arte culinario, el de Sonora y su preservación del conocimiento herbolario y sus creencias? ¿O el de Jamaica y su tradición que viene desde la época prehispánica, la venta de flores, el arte de la belleza en ramos o adornos florales?
Cuántas anécdotas tenemos los habitantes de la Ciudad de México que crecimos en los barrios y fuimos por los mandados de las mamás al mercado de San Cosme, al Martínez de la Torre o al de la Romero Rubio.
En su nostalgia, ¿cuál es su personaje favorito de este patrimonio cultural intangible? ¿El carnicero, el que vende frutas o legumbres, el de los licuados, las yerbas, la cocinera de la fonda, la muchacha de la cremería, el pescadero o de las vísceras? Todos tenemos recuerdos de los mercados que marcaron nuestras vidas.
Lamentablemente, están en crisis; pero muchos locatarios con creatividad e imaginación evolucionan. Por ejemplo, en el de Cartagena los locales han abierto peluquerías y salones de belleza del barrio, otros dan servicio de plomería, cerrajería, costura y hay fondas con sus comidas corridas y sus cocineras del diez… Digo, ¡ay ojitos pajaritos!