La clásica esquina de Madero con Eje Central, en el centro de la Ciudad de México, desde sus cimientos, se encuentra la historia de los gustos y supersticiones de Moctezuma II. Cuando llega Cortés a Tenochtitlán, el emperador azteca, como signo de hospitalidad, lo lleva a conocer su casa de animales, un zoológico.
Hernán Cortés lo describe en sus cartas de relación al rey de España, como un lugar donde había maravillosas aves: papagayos, quetzales, pavorreales, o animales como tigres, jaguares y venados; pero también encerrados en jaulas hombres albinos. Este zoológico se encontraba en los terrenos que ocupan la iglesia de San Francisco y la Torre Latinoamericana.
Cuatro años después de que cae Tenochtitlán, en ese terreno se construye el convento de san Francisco. Era el año de 1525. Ahí mismo edifican la capilla de san José de los Naturales, en donde fray Pedro de Gante iniciará su labor educativa con los indígenas.
Por cierto, el terrenito del convento, el más grande de América, tenía 32 mil metros de extensión. Iba del Eje Central, a un poco más allá de Gante, y de Madero a la calle de Independencia.
Ese tramo se llamaba la primera y segunda calle de san Francisco; después de Bolívar se transformaba en calle de La Profesa, por estar ahí la iglesia de ese nombre; y de Isabel la Católica al Zócalo se llamaba Plateros, porque ahí se encontraban los artesanos de este metal.
Con el tiempo, por ser una calle principal, los españoles ricos o aristócratas comenzaron a construir sus casonas, como la de los Condes del Valle de Orizaba, hoy Casa de los Azulejos, o la casa del Marqués de Valparaíso y Conde del Jarral y Berrio, hoy Palacio de Iturbide.
En 1948, en los terrenos de la Casa de los animales de Moctezuma, se inicia la construcción de la Torre Latino, y se termina en 1956, justo a tiempo para su prueba de fuego, el terremoto de 1957, resintiéndolo sin problemas. En los sismos de 1985 deslumbra al mundo cuando ni se inmuta, siendo considerado uno de los edificios del mundo más seguros, maravilla de la ingeniería mexicana por su cimentación de pilotes profundos formando una especie de casco de barco…¡Ay, ojitos pajaritos!...