Se le puede ver desde el Paseo de la Reforma. Es el Auditorio Nacional, recinto sagrado para los artistas populares, quienes sueñan con tener una temporada en ese lugar, donde el público los reconoce.
Quién no ha ido al Auditorio a escuchar, a cantar, a reír, a acordarse de sus amores con las canciones de Luis Miguel, o con las inolvidables presentaciones del gran Juanga. Aquí, cada año, se dan cita papás, mamás, profesionistas, los hijos de estos, los chilpayates que van a estudiar al CCH, para ver a Óscar Chávez, como cada año; sí, el que canta Macondo y La Niña de Guatemala. El Auditorio da para todos los gustos, y allí solo se presentan “los grandes”.
Además, los amantes del teatro frecuentan El Granero, o el Orientación, donde estudiaron actuación Humberto Zurita, Héctor Bonilla, Ofelia Medina, Sergio Jiménez, y daban clases directores, como Ignacio Retes y José Solé.
¿Pero qué cree? Estos terrenos donde se encuentra el Auditorio Nacional, el presidente Miguel Alemán los donó, en 1952, para que hubiera equitación bajo techo. Es más, el proyecto consideraba que hubiera caballerizas, cuartos para los caballerangos y un auditorio municipal. Y todo porque el equipo ecuestre, encabezado por el general Humberto Mariles, había ganado medallas en los Juegos Olímpicos de Londres.
Pero la de malas para los amantes de la equitación, a finales de ese mismo año, el nuevo presidente Adolfo Ruiz Cortines, anunció una política de austeridad y el proyecto no se terminó. Habían construido el teatro o auditorio municipal, las caballerizas, etc. Entonces, las autoridades decidieron que se hiciera el Auditorio Nacional, y en lo que fueron las caballerizas se construyó un teatro circular, hoy teatro El Granero. También se levantaron otros foros, escuelas de arte dramático y de danza; es la Unidad del Bosque de Chapultepec.
En 1988, le dieron su ‘manita de gato’ al Auditorio, y los encargados fueron los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky, quienes lo dejaron como hoy lo conocemos. Digo, ¿cómo la béisbol?…