Nuestras garnachas, en su mayoría, son expresión del maridaje entre dos culturas: la española y la prehispánica. Y no es que le queramos echar mucha crema a nuestros tacos, sino —como dice el IFE—, el apellido más frecuente entre los mexicanos es el ilustre “Hernández”, que quiere decir: “hijo de Hernando”. Ahora veremos por qué…
Recontemos los ingredientes de nuestros antojitos más emblemáticos. Para empezar, qué le parece el sope.
La base pellizcada está hecha de masa de maíz, y es descendiente directo del tlacoyo y la tortilla, que se usaban antes de que llegaran los españoles, en lugar del pan.
Y es en la creación del sope donde se le agregan ingredientes que trajeron los españoles, por ejemplo, la manteca; es decir, las frituras. Antes, los mexicas o aztecas eran delgados y correosos. En cambio, los españoles eran fornidos; sus comidas las preparaban a base de carne de cerdo, bebían leche, les gustaba el queso, en tanto que los aztecas, comían nopales, maíz, legumbres y frutas.
Entonces, los hijitos de Hernández, pues se dijeron: “Cómo ven que a la tortilla le agregamos una untada de manteca, luego una camita de frijoles, después le ponemos chorizo frito, le espolvoreamos queso y lechuga, y le echamos salsita”… y ¡tómala mi campeón!, que surge el sope. Y que venga el agua de horchata o de limón con chía.
O sea, el sope no sería lo que es si no le agregamos productos del cerdo o de la vaca, que no existían por estas tierras; es por eso que les digo que el sope es una expresión de nuestra cocina mestiza.
Y ni que decir de las quesadillas, los pambazos, las flautas, o los tacos, que hasta con elementos de otras cocinas, como la árabe, los hemos enriquecido, como sucede con los tacos de alambre o los del pastor y su famoso trompo; y bueno, ahora hay tacos que se hacen hasta con pan árabe, arracheras y queso.
Pero lo máximo, mestizo y sabroso son los tacos sudados con manteca, frijol o papa y una salsita… “Paisa, por favor, me da una docena, dos sopes y una agua de jamaica”… ¡Ay, ojitos pajaritos!…