México está metido en una parafernalia política que lo ha llevado a descuidar su atención en el tema toral de la economía: el PIB sigue bajando, el peso continúa devaluándose y el petróleo no volverá a subir de precio. Así, las expectativas de PIB mayores a 4 %, han descendido a menos de 2 %.
A estos datos se han agregado otros que serían derivación de la economía: el aumento de la pobreza extrema, los recortes presupuestales que han disminuido las partidas a beneficio social y el aumento del subempleo como efecto de la baja del PIB.
La economía es una prioridad, pero la clase política y la sociedad se han distraído con la política. Y lo malo es la política, no como forma de intentar soluciones a los problemas de desarrollo, sino la elitista y la del calenturiento futurismo: todavía el país no atraviesa la primera mitad del sexenio y ya hay calenturas para saber quiénes serán los candidatos presidenciales en el 2018.
El próximo primero de septiembre entrará en funciones la segunda legislatura sexenal de la Cámara de Diputados y a ella le tocará revisar las previsiones del presupuesto. Por tanto, la política económica para 2016 deberá ser prioridad. Sin embargo, no se ve que los próximos legisladores estén preparándose para debatir el 2016 presupuestal.
Aquí hemos repetido que México necesita crecer a 6.5 % en promedio anual para crear el 1.2 millones de nuevos empleos que se requieren cada año en el sector formal. Por los datos conocidos, este 2015 no podrá alcanzarse siquiera un tercio de esa meta. Por tanto, México requiere del gran debate sobre el modelo de desarrollo y las reformas productivas para romper con las cadenas del bajo crecimiento económico.
Poco importará en realidad a México si la sociedad se distrae con el juego sucesorio y los nombres de posibles candidatos que danzan en los medios. Y nadie parece preocuparse quién de esos precandidatos tiene una propuesta de modelo de desarrollo que saque el país del estancamiento en que se encuentra desde 1983, con una tasa promedio anual de 2 %.
Así que los mexicanos necesitamos menos futurismo y más realidad.