Los estados de ánimo exacerbados de los mexicanos encontraron un nuevo aliciente para su enojo en la visita del candidato republicano Donald Trump, a Los Pinos, donde tuvo un encuentro con el presidente Peña Nieto. Lo anecdótico ha sido tratado en miles de 140 caracteres. Pero el fondo real quedó varado en la estratosfera de las razones de Estado.
La parte más importante fue la acumulación de evidencias de que México necesita replantear sus relaciones generales con los EE.UU. Durante el siglo XIX y hasta 1970, el conflicto histórico resumido en la pérdida de la mitad del territorio, en 1848, definió el trato de resistencia, con subordinación programada. De 1970 a 1982, hubo una fase de confrontación por los discursos tercermundistas y antimperialistas de Luis Echeverría, y de soberanía energética, de José López Portillo.
El cambio estratégico ocurrió en el periodo 1985-1993: el Tratado de Libre Comercio, negociado por Carlos Salinas de Gortari, pasó por la anulación de la historia bilateral: los estadounidenses se convirtieron en socios -ricos, mayoritarios, excluyentes, pero socios al fin- y ya no imperialistas.
El problema ha radicado en que, efectivamente, somos los parientes pobres en la familia comercial de Norteamérica. La culpa, en todo caso, ha sido de México: el subdesarrollo y los niveles de pobreza, marginación y desempleo cruzan ilegalmente la frontera norte y se convierten en un problema de violencia e inseguridad.
El tratado comercial multiplicó por 10 su comercio exterior -800 mil millones anuales, la mitad de exportaciones y la otra de importaciones- pero su efecto en la creación de bienestar ha sido menor: México pasó del largo periodo 1946-1982, con tasas de crecimiento económico promedio anual de 6 % a una mediocre de 2 %, en el lapso 1982-2016. Mientras no haya empleo y bienestar en México, miles de mexicanos irán a buscarlo, sin papeles, a los EE.UU.
Así que no basta con renegar de Trump; al final, el racismo del magnate americano y el imperialismo de Hillary Clinton no son personales, sino que revelan el grado de descomposición de la sociedad estadounidense, cuyo modo de vida -el american way of life- depende de la opresión y la explotación de los demás.