La orden del presidente de Estados Unidos para cancelar el programa DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia) ha generado la repulsa y condena de los más representativos sectores de la sociedad estadounidense. Es un acto de gobierno que pone en riesgo de deportación a algo así como 800 mil jóvenes, hijos de indocumentados, quienes llegaron a EU siendo menores de edad, los celebérrimos dreamers o soñadores, cuando no eran responsables de su propio estado migratorio.
A primera vista, pareciera que Donald Trump se apunta una importante victoria en su agenda antinmigrante. Pero visto el asunto un poco más de cerca podría decirse que ese presunto triunfo está en el aire. No sería la primera vez que una de sus propuestas se quedara a medio camino.
Hasta ahora, salvo la salida de EU del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) y su retiro del Acuerdo de París sobre cambio climático, todas las propuestas “trumpianas” han sido frenadas. Por ejemplo, la ampliación del muro en la frontera con México, o su decisión de expulsar a millones de indocumentados, y lo mismo pasa con las desaforadas y fallidas amenazas contra Corea del Norte.
Una cosa semejante puede decirse en relación con su propósito de parar el deshielo con Cuba, pues este proceso continúa. Y también ha sido detenida su pretensión de retirar al ejército estadounidense de Afganistán, ya que el propio Trump ha determinado enviar más soldados.
Ninguno de estos frenazos ha sido fruto de la libre voluntad de Trump. En los casos mencionados, y en muchos otros, ha sido obligado a ello por sus oponentes.
El asunto de los soñadores apenas empieza. Por eso puede afirmarse que la moneda está en el aire y que el futuro de esos 800 mil muchachos dependerá de la fuerza de la oposición a la racista y xenofóbica medida.