Desde hace ya varias décadas, se sabe que las bacterias se han vuelto resistentes a los antibióticos; pero hasta ahora los médicos y la ciencia médica han podido sortear el problema mediante la utilización de diversos e ingeniosos recursos.
Primeramente, el empleo, simultáneo o sucesivo, de dos o más antibióticos por caso terapéutico. Así, por ejemplo, una bronquitis o una neumonía son tratadas con esta medida.
Otro recurso ya muy en boga entre los profesionales de la medicina es la consulta de revisión. En este caso, el médico cita al paciente a una revisión de su dolencia dos o tres días después de la consulta inicial.
Si el galeno percibe que no hay mejoría con el tratamiento prescrito en la primera consulta, puede recetar un germicida distinto al inicial, incrementar la dosis o disponer la aplicación de una combinación de antibióticos, el llamado “coctel germicida”.
Esta medida puede catalogarse como un seguimiento del estado del paciente, lo que también puede ser denominado como una mayor vigilancia del caso. Normalmente estas medidas devuelven la salud al enfermo en breve tiempo.
En el caso de que, a pesar de la mayor vigilancia, el enfermo no mejore, o incluso se agrave, el médico puede acudir al recurso de la hospitalización, a fin de proporcionarle una atención más rigurosa y mejor vigilada.
También hasta ahora la resistencia de las bacterias se ha combatido muy eficazmente gracias a la constante aparición de nuevos antibióticos, merced a la incansable tarea de la investigación médica y farmacéutica.
El asunto de la creciente y demostrada resistencia de las bacterias a los germicidas no es, como puede verse, un problema insoluble. Más bien podría decirse que es un nuevo y gigantesco desafío para la ciencia moderna.
Pero con base en la experiencia histórica, en las ciencias médicas y farmacéuticas, no hay duda razonable de que el ingenio humano podrá vencer este nuevo reto.