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Mejoría y abandono
Desde las primeras décadas del siglo veinte, la tuberculosis es curable. Primeramente, porque se conoce el agente causal: el bacilo de Koch; y, en segundo término, porque existen antibióticos que destruyen el germen y devuelven la salud al enfermo.
Sin embargo, hace algo así como veinte años (1990), la tuberculosis ha experimentado un resurgimiento en todo el orbe, aunque principalmente en los países más pobres de Asia y África.
Tres son los factores que explican este resurgimiento. Uno, la aparición, hacia 1980, de los primeros casos de infección por VIH (virus de inmunodeficiencia humana). Se sabe que la coexistencia de VIH y tuberculosis en una persona produce un efecto de retroalimentación de ambas patologías. Una acelera a la otra y viceversa. Nada tiene de extraño, en consecuencia, que los países del África subsahariana, en los cuales es muy alta la incidencia del VIH, sean también aquellos en que es mayor la presencia de la tuberculosis.
Un segundo factor que explica este nuevo auge de la antiguamente llamada tisis son las migraciones. Las grandes poblaciones migrantes escapan al diagnóstico oportuno, dificultan el tratamiento adecuado y, por el hacinamiento en que viven y por la precariedad de sus condiciones de vida, se convierten en propagadoras de la infección.
El tercer factor del resurgimiento de la tuberculosis es la gestión insuficiente de los programas para el tratamiento de esta patología. Un mal diagnóstico o un retraso de éste; un tratamiento insuficiente o inadecuado; y, sobre todo, el abandono o mal seguimiento por cuenta del paciente de las prescripciones médicas han posibilitado el crecimiento del número de casos y de las cifras de fallecimientos.
Por eso puede afirmarse que actualmente el factor decisivo en el éxito de la lucha contra la tuberculosis es el enfermo que, al experimentar la esperada mejoría, no abandona su tratamiento y disciplinadamente lo lleva hasta el final.
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