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La clave
Según los estudiosos del fenómeno de la pobreza, ésta existe o es mayor cuando la gente carece de agua entubada en la vivienda y de letrina conectada al drenaje público o de fosa séptica. También hay pobreza o esta es mayor cuando las personas o las familias carecen de un ingreso monetario más o menos estable.
Hay igualmente pobreza cuando las personas y las familias no tienen acceso a la escuela, a la luz eléctrica, a los servicios de salud y a la seguridad social (protección de la maternidad y del trabajador, pensión de vejez, viudez y orfandad y seguro de desempleo). Y hay pobreza, asimismo, cuando la vivienda es precaria o muy precaria.
De acuerdo con esos mismos estudiosos, la carencia o insuficiencia de uno o varios de esos ocho elementos implica condiciones de pobreza en diversos grados.
Pero como revela la lectura de esa lista de ocho factores, la salida de la pobreza no depende tanto del esfuerzo de cada persona o familia como del trabajo del Estado. Y esto es así, porque la obtención de tres de esos elementos: agua entubada en la vivienda, conexión al drenaje y luz eléctrica son fruto de grandes inversiones públicas.
Y de otros dos factores: acceso a los servicios de salud y a la escuela, se puede decir que si bien se pueden adquirir en el mercado (educación y servicios de salud privados), es claro que no se encuentran al alcance de personas y familias pobres, las que dependen en la materia del imprescindible concurso del Estado.
Así que, palabrería y demagogia aparte, la clave del combate a la pobreza consiste en la ampliación constante y permanente de la oferta pública de esos cinco elementos, de esos cinco satisfactores básicos.
En el Distrito Federal, la inmensa mayoría de la población, con cifras cercanas al ciento por ciento, dispone de esos cinco satisfactores. Por eso puede decirse, sin lugar a dudas, que la Ciudad de México es la entidad menos pobre de la república.
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