Hace ya mucho tiempo que el gerifalte de la Consar (Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro) anda trabajando intensamente para cumplir el mandato de sus amos de Washington: aumentar, al menos al doble, las aportaciones (forzosas) de los trabajadores para un ilusorio fondo de retiro. De modo que, en palabras de ese privilegiado burócrata, el porcentaje del salario del trabajador pasaría del actual 6.5 al 13 o al 15 por ciento.
Consumar el nuevo atraco es, en realidad, muy sencillo. Para eso está el llamado Poder Legislativo, es decir, diputados y senadores: hacer leyes que legalicen la exacción, el robo, el despojo. Por eso Carlos Ramírez Fuentes, sátrapa mayor de la Consar, acudió a la Cámara de Senadores a pedir, demandar, exigir, ordenar que se modifiquen las leyes vigentes a fin de incrementar el porcentaje del salario destinado a un prometido pero imposible retiro digno. Y si hasta ahora a cada trabajador le robaban un peso, pues hoy serán dos.
Véanse los hechos: el propio Ramírez Fuentes reconoce que andan perdidos 3 millones de aforados mayores de 65 años. Ni las afores, ni la Consar, ni Sherlock Holmes saben dónde están. Y que, además, muchos de ellos ya han de ser difuntos. Como en todas las medidas neoliberales, una cosa es prometer y otra, muy distinta, cumplir.
Adicionalmente, se puede considerar el tremendo nivel de ineficiencia de la Consar: tres millones de cuentahabientes extraviados no es cualquier cosa. Y el criminal expediente de la Consar y de las afores se completa cuando el ahorrador quiere retirar su fondo y le dicen que no es posible porque no aparecen sus papeles. O que su nombre está mal, su domicilio no aparece, o no existe...
Cualquier cosa, menos informarle que su dinero ya no es suyo. Pretextos sobran: cambió de manos, imposible recuperarlo, se perdió en una “mala inversión de riesgo”…