El 13 de junio se celebra a san Antonio de Padua. Curiosamente, no se llamó Antonio ni nació en Padua. Su nombre verdadero era Fernando, y nació en Lisboa, Portugal. Cuando ingresó a la comunidad de los franciscanos cambió su nombre por Antonio, en honor de san Antonio Abad. Más tarde fue enviado a la ciudad italiana de Padua, donde fue conocido como uno de los más grandes predicadores del siglo XIII.
Entre los milagros que se le atribuyen hay muchos relacionados con el matrimonio o la recuperación de cosas perdidas.
En cierta ocasión un hombre negaba que Cristo estuviera presente en la hostia consagrada y, para sostener su postura, retó a san Antonio diciendo: “Encerraré a mi mula y la dejaré sin alimento. Después de un tiempo la sacaremos y veremos hacia dónde se dirige. Tú te pondrás en un lado con la hostia consagrada, y yo, en el lado opuesto, con pastura. Si el animal va hacia ti, creeré que Cristo está en la hostia”.
Cuando llegó el momento de la prueba, todo el pueblo estaba presente. Al abrir la puerta, el animalito salió y caminó hacia la pastura, pero se detuvo y cambió de rumbo para dirigirse hacia el santo. Ahí dobló sus patas ante la hostia y después se acercó a la pastura.
El incrédulo se convirtió y tuvo que reconocer que había sido más terco que una mula. Desde entonces se utiliza la frase: “más terco que una mula”, y el día de Corpus Christi se obsequian mulitas a quienes dudan de la presencia de Cristo en la Eucaristía.
Antonio murió el 13 de junio de 1231, a los 36 años. Una mujer que no tenía dinero para la dote que se requería a fin de contraer matrimonio, acudió a su tumba para pedir ayuda. Mientras oraba escuchó que el santo le hablaba desde lo alto del templo. Miró hacia arriba y vio a Antonio descendiendo del cielo, de cabeza. Él la envió a una dirección donde le dieron la ayuda necesaria. Cuando ella comentó que había visto de cabeza al santo, algunas mujeres comenzaron a poner así esa imagen para pedir su intercesión matrimonial.